martes, 30 de noviembre de 2010

ADULTEZ MEDIA




Desde tiempos remotos, las ciencias del hombre se han interesado por las distintas fases de la vida: niñez, adolescencia y más recientemente la vejez. Estamos acostumbrados a escuchar las expresiones “desarrollo infantil o adolescente”, y tendemos por nuestra formación a pensar en el adulto como en un individuo estático que ya ha completado su desarrollo. Las teorías más importantes que hemos aprendido detienen sus investigaciones evolutivas cuando llegan a la adolescencia, como el psicoanálisis y la teoría piagetiana de la inteligencia.
La edad adulta en la actualidad comienza a convertirse en apasionado motivo de investigación. Las causas posibles de este fenómeno pueden ser:
-La importancia otorgada al concepto de ciclo vital, concebido como la totalidad organizada de los acontecimientos vividos y su mutua influencia estructural.
-La extensión de la expectativa de vida que ha prolongado la etapa adulta, más allá de fenómenos antes estudiados como la menopausia, declive laboral, “nido vacío”.

-Nuevas problemáticas sociales como:

La necesidad de capacitarse continuamente desde el período formativo hasta el fin de la carrera, reacomodando y cuestionando hábitos y paradigmas, las presiones de la competencia.
El fenómeno amenazante de la desocupación y relocalización laboral.
Las nuevas demandas de la mujer, el replanteo de roles en la familia y otros modelos de sexualidad.

La necesidad de afrontar la enfermedad y la muerte, ahora referida a los progenitores ancianos más que a los hijos (al disminuir la tasa de mortalidad infantil).

Por las razones expuestas, creemos que esta etapa será un ámbito clave de trabajo clínico e investigación para los Terapeutas Ocupacionales.-


LA ADULTEZ MEDIA ( 45 a 65 años aprox.)





Esta extensa etapa incluye al grupo etario posiblemente más productivo de la sociedad y que ocupa altos cargos y posiciones de poder, que debe, como en otros períodos, realizar adaptaciones ante los cambios evolutivos y culturales que atraviesa. Las capacidades y destrezas experimentan una disminución variable de un individuo a otro, dependiendo de múltiples factores: predisposicionales, historial de salud, ejercicio, etc.
La fortaleza y tonicidad muscular, así como el tiempo de reacción, disminuyen en el adulto ; esto puede ser compensado conductualmente, debido a que estos cambios no son significativos (Hofmann, 1996) para la mayoría de las ocupaciones. Las capacidades sensoperceptivas experimentan una disminución gradual. Dado que la percepción juega un papel clave en el procesamiento de la información; la disminución perceptiva puede generar gradual lentitud en el tiempo de reacción y precisión en las ejecuciones de la vida diaria.

Las recientes investigaciones sobre adultez y memoria parten de un modelo de la misma que habla de tres fases : entrada de datos, memoria a corto plazo, memoria a largo plazo (Arenberg, 1973; Craik, 1977; Elías, Elías y Elías, 1977). Las pérdidas más importantes de memoria en la adultez media comienzan a registrarse en la etapa de la entrada de datos o de fijación de las impresiones sensoriales.

Sin embargo hay coincidencia acerca de la estabilidad de la inteligencia, dado que la disminución de funciones de adquisición y procesamiento podría compensarse conductualmente, con un aumento en la motivación y la experiencia especializada. Posiblemente es mayor el deterioro debido al estilo de vida (situaciones de estrés, enfermedades cardiovasculares, falta de ejercicio) que a la edad en sí misma.

Incluso, diversos autores plantean que determinados adultos alcanzan en la adultez media un nivel de pensamiento superior al Lógico Formal establecido por Piaget como culminante. Los teóricos lo denominan Pensamiento Dialéctico o Pensamiento Postformal, que consiste en la capacidad de considerar puntos de vista opuestos en forma simultánea, aceptando la existencia de contradicciones. Este tipo de pensamiento permite la integración entre las creencias y experiencias con las inconsistencias y contradicciones descubiertas, favoreciendo así la evolución de nuevos puntos de vista, que pueden integrarse y revisarse. Estas posibilidades influirán decididamente en el logro de nuevas conductas reflexivas, mayor tolerancia a los versos puntos de vista y una moral más flexible.

Según Piaget y Kohlberg el desarrollo moral depende del desarrollo cognitivo, superación del pensamiento egocéntrico por capacidad creciente para pensar de manera abstracta. Kohlberg en su teoría del desarrollo moral, plantea que en las etapas quinta y sexta del desarrollo moral son en esencia una función de la experiencia. Los individuos sólo podrían alcanzar estos niveles en la adultez, ya que para que las personas reevalúen y modifiquen sus criterios para juzgar lo correcto y justo requieren de experiencias vivenciales. Las experiencias que facilitan el desarrollo moral están asociadas a la posibilidad de confrontar valores ( conviviendo en grupos diversos, complejos) y a responder por el bienestar de otras persona (paternidad, puestos directivos o de servicio).

En cuanto a la sexualidad en los hombres, no se produce una pérdida significativa en la capacidad reproductiva, pero sí una disminución en la velocidad de respuesta sexual. En las mujeres, el principal cambio en esta edad sería la menopausia, la que supone el fin de la capacidad reproductiva, junto a molestias de menor intensidad; no se produciría una pérdida en la respuesta sexual. (Hofmann, 1996). Sin embargo la liberación de las grandes presiones de la adultez joven, la búsqueda de placeres más individuales con la disminución de las preocupaciones por la crianza y embarazos no deseados, permite el desarrollo de una sexualidad plena si se dan las condiciones. Silvestre (1996) afirma que puede existir un reforzamiento de la pareja en la edad adulta, producto de la libertad que otorga el alejamiento de los hijos, la renovación de intereses sexuales, un aumento en la intimidad y una valoración de la relación en base a lo invertido en ella.

Esto es paralelo en lo que ocurre en otras áreas vitales como la ocupación, la integración social, el cultivo de nuevos intereses. La experiencia de lo vivido rinde sus frutos si no se persiguen proyectos imposibles o se mantienen posiciones muy rígidas(Sheehy, 1984). Actualmente, el impacto de los cambios socioculturales, afecta también a las personas que han llegado a la adultez media. Las dificultades para superar las distintas crisis podrían llevar a desajustes en las áreas personal, laboral y social de considerable importancia. Habitualmente se asiste a una Etapa de mantenimiento (Super, 1962), en la que disminuye la tendencia a aventurarse social y laboralmente, prefiriéndose la seguridad que otorgan las áreas conocidas y en las que mejor se ha desempeñado. Puede ser un período de satisfacción o frustración, dependiendo de la existencia de un establecimiento afortunado o desafortunado. En ambos casos, existe un conflicto de valores entre seguir esforzándose y la opción de descansar y disfrutar de lo que se ha logrado, trabajando sólo para conservarlo. Algunos adultos, pueden experimentar la necesidad de cambios importantes en la vida de pareja, o en sus trabajos lo que puede desencadenar en conflictos familiares y complicaciones en la seguridad económica.

Sheehy(1984) postula como características del conflicto de la adultez media la necesidad de reelaborar la imagen del yo debido a los cambios corporales y a la necesidad de afrontar el envejecimiento, enfermedad y muerte de los progenitores, el cuestionamiento social de los logros y la percepción de los roles ejercidos como estrechos y limitados.

En la teoría de las etapas psicosociales de Erikson se afirma que en la mitad de la vida se produciría la lucha entre la Generatividad y el Estancamiento, que consiste en el deseo de ser más productivo y creativo en beneficio de la sociedad. Ya no se valora tanto la propia persona en función de su producción económica sino en cuanto puede aportar a la sociedad. Quien ha consolidado y compartido su identidad en el amor y el trabajo, comienza a preocuparse por establecer y guiar a la nueva generación, necesita sentirse necesitado, dejar su huella en las actividades que realiza, producir y crear para otros, formar discípulos, dejar a alguien lo que mucho le ha costado.

Es el Sentimiento de Generatividad, que surge de la expansión gradual de los intereses del Yo hacia aquello en que ha hecho importantes inversiones libidinales. Es una cálida y sentida bienvenida a la responsabilidad de crear, criar, madurar. Cuando este enriquecimiento falta, se produce una regresión libidinal hacia la pseudointimidad, empiezan los individuos a tratarse a sí mismos, a su pareja o mascota, como si fueran hijos, a sobrepreocuparse por su salud, apariencia, el “qué dirán”, con empobrecimiento personal y el sentimiento opuesto es de Estancamiento y competencia frustrante con los más jóvenes.

En este período, se comienza a gestar el rol de abuelo, que implica una fuerte movilización afectiva: se revive la propia infancia y la de los hijos, desde este nuevo papel. Los abuelos influyen sobre sus nietos como cuidadores, compañeros de juego, historiadores familiares, consejeros, modelo de rol y como intermediarios entre nietos e hijos(Hofmann, 1996).

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